lunes

Alla en el mundo, un conejo.





Es así.
Yo miro por la ventana, vuelvo a mi juego, miro por la ventana hacia la calle, vuelvo a mi juego con los pinipons, miro por la ventana los ojos de una gata que pasa caminando, vuelvo a mi juego: los pinipons se pasean por la plaza plástica, la gata es blanca y sus ojos amarillos.
Ahora sólo miro por la ventana, hacia la calle, los ojos amarillos de una gata blanca que pasa caminando por la vereda de mi casa. Corro hacia la puerta, estiro mis brazos hacia el picaporte...
-Camila, ¿Qué hacés?-
Zas, la señora reglamentaria me levanta. Vuelvo a estar frente a la ventana, frente a la plaza pinipon, ya no hay gata. Igual miro por la ventana, hacia la calle. Pasa un auto rojo, después uno gris, ahora uno verde. Pasa la vecina con su perro Heráclito, yo miro por la ventana, quiero ver si pasa la gata blanca, de ojos amarillos. ¡Épale! Ya no quiero eso. Lo que veo ahora es...es ¡Un conejo! Un conejo, de esos de verdad, con los ojos rojos (y conejo). Voy muy sigilosamente a la puerta, estiro el brazo hacia el picaporte, lo bajo. La puerta no se abre. Veo la llave -¿Cómo será esto?- La empujo, la toco, le susurro palabras inventadas. La puerta no se abre. Vuelvo a la ventana. Allá, en el mundo, un conejo. Y no lo puedo tocar, ni seguir ni nada. STOP. Pausa. ¿Allá en el mundo? Switch on. ¡Acá! Acá, en el mundo, un conejo. Me escurro entre las rejas y salgo por la ventana, un saltito a la vereda y... ¡Uy, se va! -Conejito, conejito- En eso llega el señor de los abrazos. -¡Camilita, jugando en la calle! Pero qué linda-. Upa y adentro. Observo un detalle importantísimo: a las llaves hay que girarlas para poder abrir puertas. –Estupendo, me digo a mi misma. Otra vez adentro, la señora de las meriendas me da leche y galletitas y el señor de los cuentos me lee una historia sobre una chica que se queda dormida en un reino embrujado. Pero yo pienso en la gata blanca, de ojos amarillos, y pienso en el conejo, blanco como la gata, pero con ojos rojos y conejo. -Allá, en el mundo, pasan cosas alucinantes-. Un momento. ¿Allá en el mundo? ¡Acá! Acá, en el mundo. Y sin que me vean (ni el señor ni la señora) me acerco a la puerta, giro la llave y me zambullo a la aventura.


Yésica Topakbassian
2/2/09

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